viernes, 1 de diciembre de 2017

Barcelona

El miedo es algo tan natural e integrado en nuestra sociedad que ya hemos asumido completamente su acción paralizante. Nos impide pensar con claridad, mantener la mente fría y estar calmados para poder actuar eficazmente y con lucidez ante las decisiones inminentes que tengamos que tomar. Pero todos tenemos miedo y es algo completamente humano, es más, seríamos estúpidos si a veces no lo tuviéramos. Es el único problema es ser o no conscientes de ese sentimiento y de qué o quién lo provoca.

La escena que se vivió en Barcelona el 1 de Octubre mantuvo en vilo a toda España durante veinticuatro horas en las que se contuvo la respiración ante la instauración de la inestabilidad y la violencia en nuestras calles, sí, aún son NUESTRAS calles, porque las reiteradas manifestaciones y sublevaciones catalanas no consiguieron cambiar ninguna de las decisiones tomadas por el gobierno y como si se tratara de un caso archivado y olvidado, el 1-O pasó a ser solo un mal día en el calendario español. Lo que sí se consiguió, fue avivar el fuego del odio y el rechazo por parte de los que sí se consideran españoles, contra los que no y viceversa. Todo ello fruto de las imágenes emitidas por los medios de comunicación que despertaron sentimiento nacionalistas adormecidos. Detrás de todo este furor patriota otro de los grandes temas sacados a colación fue la actuación de la policía aquel día. 

Si Platón huera visto todo esto se habría sentido profundamente decepcionado con el poco éxito de La República. Habría contemplado atónito, como todos, como la cifra iba ascendiendo: 19, 34, 114… hasta llegar a los 893 catalanes que tuvieron que ser atendidos por sanitarios en los hospitales. Se han mostrado vídeos de civiles grabados con móviles donde los valientes y fuertes guardianes se revelan contra el pueblo, esas personas que defendieron ayer, que defenderán mañana y que tuvieron que haber defendido también aquel día. Los guardianes, los que no temen perder ni riquezas ni hijos, los ‘justicieros’, acatan sumisos (pidiendo la misma sumisión al pueblo) las órdenes de un gobierno inmóvil e intransigente. ¿Cuál podría se la razón? Pues que han sido corrompidos por el miedo. Tienen miedo de los gobernantes y sus represalias, y dicho sentimiento es tan grande que ha eclipsado las luces de la razón. Chillidos; gente que es arrastrada  por el suelo, que sangra, que llora; niños a hombros de sus padres; la multitud que grita libertad; los policías que piden silencio; manos vacías; rifles, pistolas y porras; sirenas. El diálogo ha sido sustituido por las armas en lo absurdo e irónico de la situación, todo ello liderado por el miedo.

Y ahora es el pueblo quien teme a los guardianes. 

1 comentario:

  1. Nos tienes acostumbrados a buenos artículos y este está a la altura de nuestras expectativas. Pero planteas un asunto crucial que merece ser pensado con detenimiento: ¿De quién es el problema, de quienes reciben órdenes o de las ordenes recibidas? ¿Pueden soldados y policías negarse a cumplir un mandato? ¿Qué mandatos no pueden en ningún caso ser obedecidos? ¿Cuál es el papel de los cuerpos y fuerzas de seguridad en un Estado que pretenda ser justo? ¿Nos aporta Platón instrumental filosófico adecuado para responder a esta y otras cuestiones sobre la misión social y la formación intelectual de los guardianes?

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